Dos semanas después de la catástrofe, una meticulosa operación de ayuda humanitaria está permitiendo superar la crisis nipona.
"Las cosas están mejorando mucho", dice Tsutomu Hirayama, de 57 años, que se encuentra en un centro de evacuación con su madre anciana, su esposa y sus tres niños en la ciudad de Ofunato, sobre la costa Pacífica.
"Durante los dos o tres primeros días teníamos sólo una pelota de arroz y algo de agua para cada comida. Ahora conseguimos mucho alimento, esto es casi un lujo". En Ofunato los restaurantes han estado donando alimentos a los refugiados, como sushi, pollo asado y curry. Los militares les han dado paquetes de de sopa caliente y arroz, y también se ha distribuido ropa.
La energía y el servicio de agua han vuelto, lo que significa que la gente por fin puede lavar la ropa. Como todavía no se han hecho pruebas de seguridad, todavía beben el agua de tanques proporcionados por los militares.
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Los refugiados rellenan formularios para el alojamiento temporal, que ya está siendo construido por las autoridades en la tercera economía mundial más rica. Algunos evacuados afirman que les han dicho que su nuevo alojamiento será gratuito durante dos años, pero no saben cuándo podrán mudarse.
Acostumbrados a su independencia, algunos refugiados están poco dispuestos a aceptar la caridad de otros. "Tenemos parientes que se ofrecen a ayudarnos, pero es algo incómodo", dice Hirayama.
"Está bien durante uno o dos días, pero estás allí sin dinero, dependiendo de ellos para que te alimenten y quitándoles su privacidad. Algunas personas se han ido y luego han vuelto al centro".
Mientras que en los primeros días de la crisis algunos de los ancianos murieron por la falta de medicina y mantas, ahora abunda la ayuda sanitaria.
Alrededor de la región, los operadores de teléfono móvil han establecido nuevas estaciones de transmisión, y ya se puede ver a equipos de las empresas de energía reparando líneas derribadas y dañadas en las carreteras rurales.
Mientras tanto, en el Templo Jorakuji de la ciudad de Kamaishi, las tropas y trabajadores de la construcción preparan la tierra para las tumbas de cientos de personas que murieron en el tsunami.
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Fuente: El Mundo
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