El objetivo es lograr una exposición de 1 milisievert por persona y año, que es la "dosis aceptable" sobre el fondo radiactivo que, en España es de 2,5 a 3 milisievert.
Medio año después del accidente nuclear de Fukushima el programa de rehabilitación iniciado por las autoridades japonesas apunta resultados prometedores. El director técnico de Protección Radiológica del Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), Juan Carlos Lentijo, ha liderado la segunda misión internacional enviada a Japón por la OIEA.
Para entender cómo están evolucionando las consecuencias del accidente, y cómo pretende combatirlas el gobierno japonés, conviene echar una mirada al mapa elaborado por medios aéreos por estadounidenses y japoneses hace unos meses en el que se registran los distintos niveles de contaminación.
Las zonas aparecen coloreadas en el mapa de mayor a menor nivel de radiación. La zona más contaminada aparece en color rojo y se prolonga hacia el noroeste como consecuencia de la dirección de los vientos y lluvias de los primeros días tras el accidente. En esta zona los niveles están por encima de los 20 milisievert por año y han sido completamente desalojados, aunque en la zona externa, más allá de los 20 km alrededor de la central, el tránsito es libre porque la exposición temporal no es peligrosa. Las otras zonas más contaminadas son la amarilla y la verde, y la zona azul es la que presenta niveles normales de radiación.
Diez veces más pequeño que Chernóbil
Para hacerse una idea de las dimensiones del desastre, explica Lentijo, las zonas afectadas son entre 10 y 20 veces menores en extensión que tras el accidente de Chernóbil. Las zonas roja y amarilla, en torno a los 20 mSv/año, ocupan en Japón una superficie de 1.000 kilómetros cuadrados frente a los 20.000 km2 de Chernóbil. La zona verde, por encima de 5 milisieverts, abarca en Fukushima un área de 1.500 kilómetros mientras que en Chernóbil era de entre 100.000 y 120.000 kilómetros cuadrados.
En el caso de Fukushima, los dos principales isótopos contaminantes son el Cesio-134 y el Cesio-137, mientras que en Chernóbil, como consecuencia de la explosión del reactor, se diseminaron por la atmósfera todo tipo de isótopos pesados de larga vida. Esta circunstancia presenta una pequeña ventaja, ya que el Cesio-134 tiene dos años de vida hasta su decaimiento, lo que implica, según Lentijo, que en los próximos dos años los niveles de radiación se habrán reducido en un 40% y en cinco años en un 75%, solo por el propio decaimiento natural de estos elementos. Por otra parte, muchos elementos volátiles como el Yodo han desaparecido ya de la atmósfera por su corta vida y la presencia de otros elementos como el estroncio no es relevante.
En cuanto a la cantidad de radiación, Lentijo se ciñe a los resultados oficiales del OIEA y asegura que la contaminación es alrededor de diez veces menor que la del accidente de Chernóbil y asegura no conocer los detalles del reciente estudio internacional que estima la contaminación de Fukushima en la mitad de la emitida por la central rusa en 1986 y el doble de lo calculado inicialmente por las autoridades.
Otra circunstancia importante es que de la zona más contaminada, la que aparece en color rojo en el mapa, sólo el 5% está habitada. El resto son zonas de bosque (75%) y cultivos (20%), lo que implica un peligro menor para la población. El Cesio, además, "se adhiere muy fácilmente a las superficies como paredes y suelos", indica Lentijo, lo que puede ser a la vez una ventaja y un inconveniente. Para el plan de descontaminación japonés este hecho resulta conveniente porque una vez que lo depositen en un lugar, ya no se va a mover a pesar de lluvias o vientos.
Primeros programas de descontaminación
La zona de exclusión de la central nuclear, de 20 kilómetros, sigue teniendo el acceso totalmente restringido y en ella no se abordará la rehabilitación, según explica Lentijo, hasta que no se constaten resultados positivos en las otras zonas. A pesar de todo, ya hay una situación técnica de "parada fría" en la central, donde todos los reactores están por debajo de 100ºC, aunque las autoridades tardarán en decretarlo oficialmente. Ya se han construido nuevos muros contra futuros tsunamis y se han reforzado los edificios destruidos.
El equipo de doce expertos internacionales coordinado por Lentijo viajó por Japón entre el 7 y el 15 de octubre y pudo comprobar sobre el terreno las primeras experiencias de descontaminación. Las autoridades han dado prioridad a las infraestructuras que afecten a los niños, como las escuelas, y a las zonas habitadas, aunque también están realizando pruebas de descontaminación de bosques, donde se han retirado las hojas del suelo o se han cortado ramas especialmente contaminadas.
De momento ya se han descontaminado alrededor de 400 escuelas mediante un sistema que consiste en retirar entre 5 y 6 centímetros de la capa más superficial del suelo y enterrarlos en dos trincheras a varios metros de profundidad tras recubrirlos con tierra no contaminada. Este sencillo método permite rebajar los niveles de exposición a la radiación hasta un 75% y dejarlos en niveles no perjudiciales para la salud. Uno de los detalles que plantea el informe preliminar a las autoridades japonesas es la necesidad de construir un centro para almacenar estos residuos y facilitar su gestión, pero el rechazo a este tipo de instalaciones ha retrasado su puesta en marcha.
También se ha procedido a descontaminar zonas pobladas, como la ciudad de Date, que visitó la comisión de expertos y en la que se han limpiado edificios mediante chorros de agua a presión y se ha descontaminado el suelo.
Transparencia y precauciones
Otro de los aspectos que destacan en el informe es el nivel de trasparencia e información. Muchos municipios, explica Lentijo, ponen a disposición de los ciudadanos mapas actualizados con los niveles de radiación para que la población sea consciente de los riesgos. Faltan por señalizar, sin embargo, los riesgos que se corren en zonas como las del noroeste, donde se puede transitar sin que haya indicadores de los niveles de radiación a los que se está expuesto. También se han dispuesto indicadores digitales en los que se informa del nivel de radiación al momento, principalmente en las escuelas, y se planea distribuir unas 2.000 unidades por las zonas más afectadas.
La única crítica del OIEA al gobierno de Japón va en el sentido de que han tenido un criterio "demasiado conservador" y retirado materiales que en la normativa internacional no se consideran radiactivos. Lentijo también ha destacado una cierta "obsesión por descontaminar todo" cuando lo importante es concienciar a los ciudadanos de que lo importante es la dosis. Si le dices a una persona que hay Cesio en su jardín, explica, lo normal es que te diga que no quiere nada de Cesio, pero si le dicen que solo va a estar sometido a 1mSv/año - poco más de lo que produce la radiación natural -, lo puede entender.
En ese mismo sentido, conviene llegar a un punto óptimo y descontaminar las zonas que realmente puedan afectar a la salud. En el caso de los bosques, apunta Lentijo, quizá sería más racional descontaminar los bordes y restringir el acceso, antes que descontaminar masas forestales enteras.
En general, Juan Carlos Lentijo ha destacado que el plan de rehabilitación japonés está "muy bien diseñado y muy bien asentado" porque Japón ha actuado "muy rápido", puesto que el pasado mes de agosto aprobó una Ley de medidas especiales para el tratamiento de la contaminación radiactiva y las políticas de desarrollo, estableció la responsabilidad y la participación del Gobierno, la prefectura de Fukushima, los municipios y las partes interesadas. A largo plazo, el objetivo es lograr una exposición de 1 milisievert por persona y año, que es la "dosis aceptable" sobre el fondo radiactivo que, en España es de 2,5 a 3 milisievert, indica Lentijo. La última zona por abordar sería el área de 20 kilómetros en torno a la central, que con el tiempo podría ir acotándose pero que de momento tendrá que esperar.
Fuente: La Información
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