Ilustración de Martín Favelis. |
Donde hoy se celebra la corrida, habrá arena y árboles, se levantarán terrazas y una cubierta ajardinada transitable.
La entrada en vigor de la prohibición de la fiesta nacional condena a la estructura de la plaza del grupo Balañá a la inactividad. La plaza de Las Arenas lleva abierta al público como Centro de Ocio desde mediados de año, casi como un augurio de lo que podría sucederle a La Monumental.
Capitaneados por Xavier Vilalta, el equipo de XV Studio ha lanzado una propuesta con la intención de recorrer con ella los despachos del Ayuntamiento y del grupo propietario. Su idea «nace de una preocupación personal», explica Vilalta y combina el reciclaje arquitectónico con la idea de negocio. «Usar el edificio de cuatro a ocho horas a la semana no es rentable, por eso la propuesta plantea usos mixtos y actividades de ocio», continúa el arquitecto. Casi como en una catarsis, la plaza se convertiría en un centro ecológico y de uso comercial, con restaurantes de comida «bio», laboratorios de investigación y oficinas para organizaciones de protección ambiental y animal. Lo han bautizado BEC (Centro Ecológico de Barcelona), un símbolo en sí mismo y uno de los pocos detalles que se añadirían a la estructura.
Donde hoy se celebra la corrida, habrá canchas para juegos de arena y árboles, mientras, por encima de los asistentes se levantarán terrazas y una cubierta ajardinada transitable. Imaginan un uso generalizado de paneles fotovoltaicos, el reciclado de agua y medidas de reducción del consumo, algo que el estudio considera una parte imprescindible en sus proyectos. «Eliminar la construcción implica no producir tantos residuos», explica Vilalta, quien ve en este punto la gran diferencia con la plaza de Las Arenas: «Sólo se respetó la fachada y la forma y todo el interior se vació». Balañá, el grupo propietario de la infraestructura, prefiere no adelantarse al futuro. De momento, esperan que pase el tiempo y se calme un poco el revuelo generado por la última semana de toros sin hacer declaraciones.
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El caso de Las Arenas difiere en varios puntos. El primero de ellos, su desuso. Tras cien años de historia, la plaza quedó en estado de abandono en los 90. Once años de obras (iniciadas con el cambio de milenio) y una inversión de 130 millones de euros han transformado el coso, reconocible tras la inauguración en su histórica fachada. «El concepto clave es la promiscuidad funcional, que se traduce en muchos usos y tener actividad un gran número de horas. El tiempo nos ha dado la razón; en estos cinco meses los visitantes diarios superan los 40.000», explica Luis Alonso, arquitecto de Alonso, Balaguer y Arquitectos Asociados. Los cines, comercios, el gimnasio, el balneario o el museo del rock son algunas de las piezas residentes en este espacio. La segunda característica es la flexibilidad. En previsión de usos futuros, los núcleos de servicios y los ascensores se han alejado del coso.
Varios son los puntos de ingeniería interesantes y varios también los guiños a la sostenibilidad. Durante las obras se desalojó el solar de 30.000 m2; fue necesario levantar la fachada en volandas (400 gatos hidráulicos aguantaron las 4.000 toneladas de esta mole de 300 m de longitud) para salvar el desnivel de cuatro metros con respecto a las aceras y vaciar hasta 25 metros de profundidad la parte interna del foso, donde se albergan los aparcamientos (parte del material se reutilizó). La fachada ha quedado separada del suelo y distanciada del edificio interior horizontalmente. Los espacios liberados o pasillos perimetrales contienen las maquinarias y ejercen de vías de evacuación a excepción del de la cuarta planta. Éste se ha transformado en una pista de footing al aire libre; protegida de la lluvia por la cúpula, ofrece una panorámica de 360 grados sobre Barcelona «Tres vueltas son más o menos un kilómetro», comenta Alonso.
El siguiente punto es su cúpula, verdadero hito arquitectónico, con doce metros de alto y 90 de diámetro. Se sostiene a 27 metros del nivel de la calle y, aunque se dudó entre diferentes materiales como el hormigón y el acero, se construyó en madera laminar por su ligereza y su buen comportamiento ante el fuego. El espacio libre entre cúpula y plaza no sólo sirve para separar lo antiguo de lo nuevo, sino que alberga la maquinaria de control energético del edifico «Estamos acostumbrados a maltratar las cubiertas, a convertirlas en un gran trastero industrial. Hubiera sido una pena hacer un edificio como éste y llenar la cubierta de aparatos», dice Alonso. «Las Arenas» cuenta con iluminación LED para el interior y para alumbrar en diferentes tonos la fachada por la noche. Mientras que el edificio de oficinas aledaño cubre sus 500m2 de azotea con paneles solares térmicos.
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