Los mercados gobiernan. Yo no les voté. (…) Estoy buscando mis derechos. ¿Alguien los ha visto?
El nuevo libro de Eduardo Galeano no soporta una reseña. Porque Los hijos de los días son 366 microensayos que por sí mismos deberían tener una propia. Es un compendio de textos brevísimos, estructurados como un calendario de efemérides, donde reaparecen los sucesos más relevantes de nuestra historia pasada y contemporánea, sus personajes y sus consecuencias, convertidos en literatura en la voz de Galeano. Así, si avanzamos desde el 1 de enero hasta el 15 de mayo, encontramos, obviamente, un capítulo dedicado al movimiento 15M.
En apenas tres párrafos, Eduardo Galeano resume el dónde, el porqué, el cómo y el cuándo de la protesta de indignación que recorrió España. El autor nos recuerda cómo “miles de jóvenes, despojados de sus casas y sus empleos, ocuparon las plazas”, aquel mayo de 2011. Después, Galeano emite un elogio. Nos relata el impacto global que tuvo durante aquellos días la indignación de muchos ciudadanos españoles. “La buena salud resultó más contagiosa que las pestes; y las voces de los indignados atravesaron fronteras dibujadas en los mapas”, escribe con admiración Eduardo Galeano para recordarnos que aquel movimiento tuvo un impacto en todo el mundo.
Por ejemplo, Los hijos de los días también nos narra el plante que los ciudadanos de Islandia dieron al Fondo Monetario Internacional y a la Unión Europea cuando ambas instituciones querían que 20.000 habitantes se hicieran cargo de la bancarrota de los banqueros, “pagando 12.000 euros por ciudadano”. Sucedió no hace tanto, allá por abril de 2011. Asimismo, regresaremos al 17 de diciembre de 2010, fecha de la inmolación de Mouhamed Bouazizi. “Una fogata chiquita” en Túnez, que alcanzó en pocos días el tamaño de todo el mundo árabe, “incendiado por la gente harta de ser nadie”, escribe Galeano. Son algunas historias, de pocas palabras, que el escritor uruguayo leerá en su gira maratoniana de presentación por España. No en vano, Los hijos de los días es un libro que parece escrito más para escucharlo que para leerlo, casi como si su objetivo fuera memorizar cada capítulo y recordarlo en voz alta, como un aforismo.
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