Otro estudio podría apoyar la tesis de que hubo un evento cósmico cerca de la Tierra hacia el año 770.
La Tierra es permanentemente bombardeada por una cantidad relativamente estable de rayos cósmicos, y al chocar estas partículas con alta carga de energía con los átomos en la atmósfera, liberan partículas subatómicas llamadas neutrones. Cuando estos neutrones se unen al nitrógeno atmosférico, crean el carbono-14, un isótopo radioactivo del carbono que se incorpora a plantas y árboles durante la fotosíntesis, así como a animales herbívoros.
Al estudiar los anillos de crecimiento en dos cedros de la Isla de Yaku, al sur de Japón, los investigadores descubrieron un aumento del 1,2% en la cantidad de carbono-14 en los años 774 y 775 d.C. La variación anual suele ser del 0,05%, por lo que un 1,2 es unas 20 veces más de lo normal y podría ser indicativo de una gran explosión cósmica.
Entonces, los átomos radioactivos se adhieren a las partículas del aire, que pueden incorporarse a la lluvia o la nieve. «Aunque no podemos afirmar con seguridad que el aumento de berilio-10 tuvo lugar en el año 775, es muy posible que ambos aumentos tuvieran la misma causa», afirma el estudio. Más anillos para confirmar el hallazgo «El uso de los anillos de los árboles para detectar acontecimientos cósmicos es una técnica fiable», señala Kevin Anchukaitis, del Observatorio Terrestre Lamont-Doherty, de la Universidad de Columbia (Estados Unidos).
El método surgió en la década de los 60, cuando se empezó a desarrollar y aplicar el radiocarbono en investigaciones arqueológicas y geológicas. Por ejemplo, en 1995 Paul Damon descubrió en una secuoya gigante lo que podría ser el rastro de una supernova registrada en el año 1006. Para confirmar su hallazgo, «el equipo de Miyake tendrá que analizar otros árboles antiguos», afirma Anchukaitis. El nuevo estudio sobre la explosión cósmica fue publicado online el domingo en la revista Nature.
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