Filósofo André Comte-Sponville |
El filósofo francés es capaz de llenar auditorios hablando de filosofía. Comte-Sponville reflexiona sobre aspectos cotidianos para vivir mejor. Asegura que la felicidad se consigue a través de la voluntad y de la acción.
Dice que la felicidad son sólo momentos de amor a la vida y que pensar sobre la propia vida y vivir el propio pensamiento es filosofar. André Comte – Sponville, francés, ateo, agnóstico y liberal de izquierdas (término de propio acuño) ha demostrado que la filosofía tiene capacidad de reinventarse para llegar al gran público. Acaba de publicar El placer de vivir, un recopilatorio de 101 artículos sobre los aspectos de nuestra cotidianeidad, que ha cosechado en Francia un gran éxito. Comte – Sponville, cuyas influencias filosóficas son Epicuro, los estoicos, Montaigne y Spinoza, es miembro del Comité Consultivo Nacional de Ética Francés.
Usted ha llenado auditorios hablando de filosofía, ¿cómo se consigue este logro en el siglo XXI?
El fenómeno de que la filosofía se haya alejado del gran público es algo reciente ya que se remonta al siglo XIX en Alemania. No obstante, durante los 24 siglos anteriores los filósofos se dirigían a sus conciudadanos en la plaza pública, en el ágora, en el jardín, como Epicuro, o a través de los libros, como Voltaire o Rousseau. Yo he querido entroncar con esta tradición.
Y cuando se consigue que la doctrina filosófica sea accesible al gran público, éste descubre que la filosofía es lo más apasionante del mundo.
Continúa esta lectura en el enlace "[+/-]Sigue leyendo..." (abajo, al pie del post)
¿Por qué un filósofo decide escribir sobre hechos de la vida cotidiana?
Primero, porque sentía la necesidad de reflexionar sobre la vida y la vida es cotidiana; en segundo lugar, porque suelo publicar mis artículos en la prensa general, por lo que tienen que cumplir tres exigencias: claridad, concisión y variedad. Es una filosofía que se dirige a todo el mundo y, por lo tanto, tiene que ser clara.
¿Qué es para usted la vida?
La vida es todo lo que separa el nacimiento de la muerte, por lo tanto, es lo esencial. Es el objeto principal de la filosofía, que intenta responder a la pregunta: “¿cómo vivir?”. Depende de cómo respondamos a esta pregunta, si nos enfrentamos a la verdad o a la poca verdad, aprenderemos más o menos. Como digo a menudo, se trata de pensar mejor para vivir mejor.
¿Dónde se encuentra la felicidad en lo cotidiano?
Para mí es lo que nos gusta, que es lo único que se desea. Deseo y amor van de la mano: si te gustan la música, la filosofía, las matemáticas o el trabajo, proporcionan felicidad.
¿Los hijos son la felicidad?
No, son una preocupación que provoca angustia cuando todo funciona bien, porque cuando se pierde uno, es terrible. Yo perdí a primera hija al poco tiempo de que naciera. Sin embargo, los hijos son más importantes que la felicidad.
Lo lamento.
Una vez, cuando era un joven filósofo, impartí una conferencia sobre sabiduría y serenidad y una mujer me dijo que tener hijos contradice a la sabiduría. Le di la razón, pero le dije que ese no es el motivo para no tenerlos porque la vida es más importante que la felicidad y tener hijos es dar vida a la vida.
Un argumento tranquilizador para los padres.
Es normal que estén preocupados. Amar es temblar, pero es mejor temblar que no amar.
¿La envidia es la confirmación de la infelicidad?
Sentir envidia no comporta ser desgraciado, pero es verdad que es difícil ser feliz , porque se desea lo que uno no tiene y se sufre.
¿Qué diferencia la envidia de los celos?
La envidia es envidiar lo que no tenemos, en cambio los celos es el temor de perder a alguien.
Montaigne es para usted un referente filosófico, ¿qué es lo que le atrae de su manera de ver el mundo?
Me gusta cómo sitúa la vida por encima de la filosofía, o sea, no cree del todo en la filosofía y conoce los engaños que pueden haber en los discursos y en los sistemas. Más tarde, Pascal releyendo a Montaigne, dirá que burlarse de la filosofía es filosofar. Es verdaderamente filosofar.
¿La filosofía está más presente en la vida cotidiana de lo que la gente realmente piensa?
Estaría más presente si la gente se tomase el tiempo suficiente para reflexionar, y a menudo digo que filosofar es pensar sobre la vida y, al mismo tiempo, este pensamiento nos obliga a filosofar. Por ejemplo, si te enamoras, no es filosofía, pero si empiezas a pensar qué es lo que te sucede cuando te enamoras, entonces, esto sí que se convierte en filosofía.
A usted le horrorizan las fiestas como la Navidad o el Año Nuevo, ¿qué tienen de malo?
Lo que no me gusta es que la gente hace ver que es feliz. Si miramos la televisión, un 24 o un 28 de diciembre, la gente sonríe de oreja a oreja como si la vida fuera maravillosa, cuando en realidad no es distinta de la del 12 de marzo. Lo que me molesta es esta obligación de hacer ver que se es feliz. El mensaje de la Navidad es el niño desnudo, que es como un símbolo de la fragilidad, que se ha convertido en un pretexto del consumismo.
¿Y el deseo, es útil para vivir?
Somos seres de deseo. Ya Aristóteles decía que el deseo es la fuerza motriz. 20 siglos más tarde Spinoza decía que era la esencia de la humanidad. O sea, la felicidad no es la ausencia de deseo: si no existe deseo, no hay humanidad.
¿También se pueden desear cosas materiales?
Hay tres tipos de deseo. El primero es la esperaza; el segundo, la voluntad y, el tercero, el amor. ¿Cual es la diferencia entre esperanza y voluntad? Pues que la esperanza es un deseo cuya satisfacción no depende de mí, mientras que la voluntad, sí. La felicidad se consigue a través de la voluntad, de la acción. En cambio, la esperanza nos confina al miedo, no puede haber esperanza sin miedo, ni miedo sin esperanza.
Por lo tanto, ¿cuál es la primera lección de sabiduría?
Hay que esperar menos y actuar más.
¿Y cuál es la diferencia entre esperanza y amor?
La esperanza se refiere a lo que no es y, en cambio, el amor se refiere a lo que es. Sólo esperamos lo irreal y, en cambio, amamos lo real. Para ser feliz lo mejor es desear lo que es. O sea hay dos dimensiones: el deseo que depende de la acción y el que depende del amor.
¿Es feliz quien más sabe o quien más ignora?
En el Eclesiastés se dice que el saber implica dolor, pero por mucho que me guste la obra no me atrevería a afirmar eso, no estaría de acuerdo. Creo que la felicidad no depende de lo que sabemos, sino de lo que somos, de lo que hacemos y de lo que deseamos.
¿Qué papel debe jugar la religión en nuestra sociedad?
La religión es cada vez menos importante. En nuestros países laicos la política ya no se rige por la religión y nuestras sociedades deben de ser cada vez más laicas y democráticas. Así pues la religión debereía de permanecer en el ámbito privado.
¿Y la moral?
Hemos visto que la necesitábamos. Los “progres del 68” -yo soy uno de ellos- creían en algunos eslóganes, como “está prohibido prohibir” o “hacemos sin trabas ni obstáculos”, pero cuando han tenido hijos se han dado cuenta de que es necesario transmitir valores morales a las futuras generaciones y, por lo tanto, ya no es “el prohibido prohibir” sino “el prohibido no prohibir”.
¿Existe la verdad absoluta?
Seguramente existe, pero toda verdad es absoluta para mí y todo conocimiento relativo, o sea, que no llegamos nunca a conocer el fondo de la verdad. Por ejemplo, el hecho de que usted y yo estemos aquí hablando es una verdad absoluta, pero la mayor parte de la gente ignora esta verdad y nosotros mismos sólo la conocemos parcialmente.
¿Y qué hay después de la vida?
Nada, creo yo. Nadie lo sabe y esto es una razón de más para vivir lo mejor que se pueda.
Fuente: La Vanguardia
0 comentarios: