El descubrimiento se debe al Z-Spec, hasta 10 veces más potente que los espectrómetros que hasta ahora han trabajado en esas longitudes de onda.
El cuasar anfitrión de toda esa cantidad de vapor de agua está tan lejos de nosotros que su luz tarda 12.000 millones de años en llegar a la Tierra. La que vemos ahora partió hacia nosotros cuando el Universo tenía apenas 1.600 millones de años, menos de una décima parte de su edad actual. "Las condiciones alrededor de este cuasar son únicas -asegura Matt Bradford, investigador del Caltech y director de uno de los dos grupos de investigación-. Es otra prueba de que el agua es persistente a lo largo de todo el Universo, incluso en su etapa más joven".
Normalmente, un cuasar obtiene su energía de un gran agujero negro que se alimenta del disco de polvo y gas circundante. A medida que traga materia, el cuasar libera enormes cantidades de energía. Los dos grupos de científicos eligieron para su estudio un cuasar en concreto, el APM 08279+5255, en cuyo centro reposa un enorme agujero negro que es 20.000 millones de veces más masivo que el Sol y que produce más energía que mil billones de soles juntos.
Los astrónomos, es cierto, esperaban encontrar vapor de agua en el Universo temprano, de la misma forma que lo han encontrado ya en la Via Láctea, nuestra propia galaxia, y en numerosas galaxias a las más variadas distancias de la nuestra. Lo que no esperaban en absoluto es encontrar de un solo golpe una cantidad tan masiva del líquido elemento. Si otros cuasares se comportan de forma parecida, habrá que empezar a pensar que el agua es mucho más abundante "ahí fuera" de lo que habíamos imaginado.
Pero volvamos a APM 08279+5255. En este cuasar en particular, el vapor de agua se distribuye alrededor del agujero negro en una región que se extiende a lo largo de varios cientos de años luz desde su centro (un año luz son cerca de 9,6 billones de km.) y tiene, además, la particularidad de estar muy caliente, entre diez y cien veces más que el vapor de agua hallado en galaxias del tipo de la Vía Láctea.
El equipo de Bradford comenzó a realizar sus observaciones en 2008 utilizando un instrumento llamado Z-Spec en el Observatorio Submilimétrico de Caltech (CSO), un telescopio de diez metros en la cima del Mauna Kea, en Hawaii. Z-Spec es un espectrómetro extremadamente sensible y para trabajar correctamente necesita operar a temperaturas que están apenas a 0,06 grados por encima del cero absoluto (273 grados bajo cero). El instrumento mide la luz en una región de frecuencias del espectro electromagnético que se encuentra entre las longitudes de onda del infrarrojo y las microondas.
Si los investigadores pudieron descubrir el agua, fue porque el Z-Spec es hasta diez veces más potente que los espectrómetros que hasta ahora han trabajado en esas longitudes de onda.
El segundo grupo de científicos, liderado por Dariusz Lis, investigador asociado del Caltech y director del CSO, utilizó para detectar el agua el Interferómetro de Plateau de Bure, en los Alpes franceses. En 2010, el equipo de Lis se encontró por casualidad con la señal que revelaba la presencia de agua mientras buscaba signos de la presencia de fluoruro de hidrógeno en el cuasar APM 08279+5255.
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