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viernes, 26 de agosto de 2011

La Bóveda del fin del mundo

Es una construcción que almacena cerca de 2.000 millones de semillas en condiciones óptimas para su conservación por siglos.
En el Arca de Noé del siglo XXI, hace un frío que taladra los huesos. Al llegar a la futurista puerta del búnker, construido en las entrañas de una montaña helada, la nieve cae sin piedad y sopla un viento gélido. Nos encontramos en el paralelo 78, a tan sólo 1.000 kilómetros del Polo Norte, y el termómetro marca una escalofriante temperatura de 11 grados bajo cero.

En la carretera que nos ha traído hasta aquí, una señal de tráfico alerta sobre el peligro de los osos polares que campan a sus anchas en todo el territorio de Spitsbergen, la isla noruega donde se ha construido la Bóveda Global de Semillas. De hecho, los aproximadamente 2.000 ciudadanos de Longyearbyen, el pequeño pueblo minero junto al que se ha construido este impresionante refugio mundial de semillas, suelen ir armados con un rifle cuando salen de la ciudad para protegerse de los temibles plantígrados.


«Aquí las semillas de todo el planeta van a estar muy seguras», asegura Ola Westengen, el coordinador del proyecto, que nos recibe en la puerta del búnker para guiarnos por su interior. «Incluso en los peores escenarios del calentamiento global, dentro de la bóveda haría suficiente frío como para preservar la biodiversidad de los cultivos durante cientos de años», explica este genetista noruego.

Al entrar en el edificio, impresiona el larguísimo pasadizo de 125 metros que lleva hasta las tres enormes cámaras donde ya han empezado a guardarse las primeras muestras de semillas. Por el momento, cuando tan sólo han pasado dos meses desde su inauguración, el 26 de febrero de 2008, la bóveda ya contiene 268.000 muestras procedentes de más de 100 países. Sin embargo, se espera que a lo largo de los próximos años, la bóveda vaya llenando poco a poco sus estanterías metálicas, hasta albergar 4,5 millones de muestras de todo el planeta (en total, más de 2.000 millones de semillas). Una vez que alcance su capacidad total, se convertirá en el almacén de semillas más grande del mundo. «Creo que hemos logrado un muy buen comienzo, aunque todavía tardaremos muchos años en llenar la bóveda», reconoce Westengen.

En la actualidad, ya existen más de 1.000 bancos de semillas por todo el mundo. Sin embargo, muchos de ellos, sobre todo en los países en vías de desarrollo, se encuentran permanentemente amenazados por la escasez de agua, el riesgo de terremotos, inundaciones u otros desastres naturales, el impacto de los conflictos bélicos o simplemente una mala gestión debido a la escasez de recursos. Para afrontar todos estos peligros, a los que también habría que añadir la cada vez mayor amenaza del cambio climático o la hecatombe mundial que podría provocar una guerra nuclear, Noruega ha construido la Bóveda. «Nuestro objetivo es conservar aquí una copia de seguridad de las semillas de todo el planeta», explica Westengen. «Así, frente a cualquier catástrofe, de origen natural o humano, la biodiversidad de los cultivos estará a salvo. La bóveda representa una estrategia crucial para garantizar el futuro de los cultivos que nos alimentan a todos».

La conservación de las semillas en la bóveda será un servicio gratuito, y los países que envíen sus muestras seguirán siendo siempre sus propietarios. Todos ellos podrán recurrir a las copias de repuesto que se conservarán en el búnker ártico siempre que una de las variedades desaparezca de su medio natural. «Los bancos de semillas actuales son muy vulnerables a potenciales desastres, y la
biodiversidad vegetal es una cuestión demasiado importante como para dejarla desprotegida. Por eso hemos construido la Bóveda Global de Semillas», recalca nuestro guía mientras nos adentramos en las tripas del búnker.

Es difícil imaginar un lugar más idóneo que la tierra helada de Svalbard para albergar este banco mundial de semillas. Por una parte, se trata de un lugar remoto, alejado de cualquier conflicto. De hecho, existe un tratado internacional por el cual se considera una zona desmilitarizada. Además, las condiciones de permafrost en la zona, y el hecho de que la roca de la montaña escogida para su ubicación se mantiene fría las 24 horas durante todo el año, convierte a la bóveda en una especie de congelador natural.

Para garantizar la conservación de las semillas en las mejores condiciones posibles, un sistema de refrigeración artificial mantiene las cámaras donde se guardan las muestras a 18 grados bajo cero, la temperatura óptima para preservarlas. Sin embargo, la cantidad de electricidad que se necesita para lograr este objetivo es muy baja, gracias al frío que ya existe de forma natural en el interior de la montaña helada donde se ha construido el búnker. Además, incluso en el caso de que se perdiera el suministro eléctrico por cualquier motivo, el permafrost de la zona preservaría las semillas en buen estado durante décadas. «Las condiciones naturales aquí dentro mantienen la temperatura entre cuatro y seis grados bajo cero, así que incluso sin ningún tipo de refrigeración artificial, las semillas sobrevivirían», asegura Westengen.


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Fuente: El Mundo

 
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