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lunes, 12 de septiembre de 2011

Los gitanos expulsados por Sarkozy han regresado a Francia

Viñeta del gran dibujante El Perich

Nada impide a los expulsados, como ciudadanos europeos, regresar.
El verano pasado Francia copó las portadas de la prensa mundial con su campaña de acoso a los romaníes, que le valió las advertencias de las organizaciones de defensa de derechos humanos, de la Comisión Europea y hasta de la ONU. El Gobierno del presidente Nicolas Sarkozy, que se escudó en la necesidad de trabajar en la integración de estas poblaciones en sus países de origen, se fijó el objetivo de acabar con los campamentos ilegales y de expulsar a los gitanos de Europa del Este que se encontraban en territorio francés de manera irregular.

Un año después, las asociaciones aseguran que la presión policial ha aumentado pero que el resultado es el mismo: los campamentos desalojados se han recompuesto y los expulsados han regresado a Francia en cuanto han podido.


"El discurso del año pasado era un discurso solo de apariencia, que en el terreno práctico no ha tenido consecuencias para los gitanos. No se ha solucionado ningún problema", asegura Laurent El Ghozni, del colectivo Romeurope. "Lo único que han cambiado han sido los controles de la policía, que ahora son más intensivos; las detenciones injustificadas son más numerosas y existe un acoso constante", explica por su parte Livia Otal, de Médicos del Mundo, en un informe presentado este verano por la organización. "En la región parisina conocemos familias que han sido expulsadas hasta nueve veces en un año. Se van y vuelven", añade.

El Ministerio del Interior calcula que más de 9.500 rumanos y búlgaros de etnia gitana han sido deportados a la frontera en el año 2010, una cifra similar a los años anteriores. Las asociaciones calculan que, pese a todo, la cifra de romaníes de Europa del Este se mantiene estable, en torno a los 15.000: nada impide a los expulsados, como ciudadanos europeos, regresar. En cuanto a los campamentos, las autoridades aseguran haber desalojado buena parte de los cerca de 700 descubiertos hace un año. Pero al mismo tiempo, se han vuelto a crear otros nuevos.

Por ejemplo, desde mediados de febrero, una treintena de chabolas se han levantado en un terreno propiedad de la asistencia pública de los hospitales de París, entre las vías del tren y unos bloques de vivienda social, en la periferia sur de la capital francesa. Algunas de las casetas están todavía en construcción. "Estamos intentado alinearlas en filas, porque hasta ahora era un caos", explica Petre, de 35 años, uno de sus habitantes, que hace de intérprete para sus compañeros y les ayuda en sus gestiones con la Administración.

Unas 200 personas viven allí, como Gheorghe y Anisoara, instalados con sus dos hijos de 11 y 14 años en una chabola bien cuidada a la entrada del poblado. Hace un año estaban malviviendo en otro terreno a unos cientos de metros de allí, que acabó incendiado. Y antes habían estado en otro, está vez en una localidad algo más al norte, antes de ser desalojados. Pero en un tiempo anterior incluso habían habitado una casa como okupas. Así desde que llegaron a Francia hace cuatro años. Ahora les han dicho extraoficialmente que serán desalojados de nuevo en septiembre, cuando vuelvan los políticos de vacaciones.

Al igual que hace un año, las asociaciones insisten en que se trata de inmigrantes económicos y que el principal problema que mantiene a estas poblaciones al margen de la sociedad son las limitaciones al acceso al mercado laboral. Al igual que España desde este verano, Francia impone a los ciudadanos rumanos y búlgaros -ciudadanos de la UE 2007- restricciones para obtener un permiso de trabajo.

Aún así, Petre explica que están mejor en Francia que en sus países de origen. Calcula que recogiendo cobre y vendiendo lo que encuentran entre escombros en mercadillos pueden ganar unos 20, 30, incluso 40 euros semanales. "En Rumania, lo único que pueden tener por ejemplo Gheorghe y su familia son 10 euros de ayuda escolar por niño. ¿Qué hacen con 20 euros? Comprarles unos zapatos como mucho. ¿Y luego? ¿Se comen los zapatos todo el año?"


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Fuente: El País

 
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