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lunes, 4 de abril de 2011

La deuda externa española se reduce por primera vez en una década


El endeudamiento disminuyó un 1,2% en 2010. Las necesidades de capital de las cajas de ahorro son ahora la principal incógnita para los mercados.
La deuda externa remite al fin. A lo largo de 2010, la economía española logró dar la vuelta a una de las tendencias más escrutadas por los que participan en los mercados. Porque, lo que a la luz cegadora de la burbuja inmobiliaria y financiera de la década anterior era combustible para una máquina de invertir y crear puestos de trabajo, es ahora, para esos mismos inversores, analistas y agencias de calificación, un motivo de desconfianza insuperable.

El parón de la economía y la menor necesidad de bancos y empresas de capital foráneo han puesto fin a la escalada del endeudamiento exterior de la última década. Se saldan las deudas a su vencimiento y no se contraen nuevas. En marzo del año pasado tocó techo, al llegar a la cota de 1,79 billones de euros. Desde entonces, el volumen de la deuda con el resto del mundo enfiló una suave cuesta abajo.

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Los últimos datos del Banco de España, revisados la semana pasada, confirman que la tendencia ha cambiado. Al cierre de diciembre, la deuda externa bruta (préstamos y valores distintos de acciones) había caído a 1,74 billones, una cifra inferior en casi 50.000 millones al récord alcanzado en marzo. Y, por primera vez en la última década -el Banco de España solo ofrece datos comparables desde 2002-, el volumen de deuda con el resto del mundo es menor (un 1,2%) que en el mismo periodo del año anterior.

"La reducción de la deuda con el exterior es algo que cabía esperar, imprescindible en la larga etapa de ajuste que nos queda por delante", señala Ángel Laborda, director del gabinete de coyuntura económica de la Fundación de Cajas de Ahorros (Funcas). "En realidad no ha hecho más que empezar, y de forma muy modesta", apunta. En términos relativos, la deuda externa equivale, al cierre de 2010, al 164% del PIB, cuando en 2009 llegaba al 167% del PIB.

Es la propia crisis la que ha puesto fin a una década de endeudamiento excesivo. El parón de la economía española se ha traducido en una congelación del consumo, y por extensión, de las importaciones. Eso y la disminución de las remesas de los inmigrantes (ahora en muchos casos desempleados) a sus países de origen, han menguado el déficit exterior. España se colocó como la economía más dependiente del resto del mundo en el peor momento posible: en 2007, en el umbral de la Gran Recesión, el déficit exterior se situó en el 10% del PIB. Tres años después no llega al 4%.

La limitada capacidad de ahorro de la economía española y el desequilibrio que se acumulaba, año a año, en los intercambios con el resto de países no fue impedimento para que, al calor del boom inmobiliario y financiero, España mantuviera un elevado ritmo de inversión, más propio de los países emergentes. El resto del mundo no tenía problemas en prestar dinero a empresas, familias y bancos españoles y alimentar así un endeudamiento vertiginoso. Lo llamativo de España, no es su nivel de deuda externa (muchos países avanzados tienen más del 167% del PIB que tuvo España en 2009), sino la rapidez en lograrla: se triplicó de 2002 (0,6 billones) a 2009 (1,76).

La crisis transformó la etapa del crédito fácil en una sequía de préstamos. Y también a las economías más dependientes, y con menos capacidad de crecer (y a España se le gripó el motor inmobiliario), en sospechosas. Ahora, si se presta dinero a entidades, Administraciones y empresas españolas, es siempre a un precio mucho mayor. No es solo que, con la economía atascada, se invierta mucho menos; también que es más difícil financiarse desde el exterior. "Que España empezara a bajar su nivel de endeudamiento viene dado por las condiciones de la crisis, era casi una necesidad", comenta Xavier Segura, economista jefe de CatalunyaCaixa.

"Lo positivo es que estos datos muestran que la economía está reaccionando, que los desequilibrios no van a más, y es un signo que los mercados van a tener en cuenta", según Laborda. El déficit público y la deuda externa han sido dos argumentos recurrentes contra la desconfianza en España durante la recesión. Y, en 2010, ambos dejaron de ir a peor. "Este tipo de datos es el que nos permite separarnos del pelotón de países más castigado por los inversores" coincide Segura, en referencia a Grecia, Irlanda y Portugal.

Ambos economistas alegan que el descenso del endeudamiento es un camino sin vuelta atrás, aunque no descartan más sustos. Como evidencia la evolución de 2010, ahora es el endeudamiento público con el exterior el que crece (pasó de 0,29 a 0,3 billones), mientras que empresas y familias y entidades financieras, con más dificultades para acceder a los mercados, reducen su nivel de deuda. En 2010 la deuda de empresas y familias cayó de 0,46 a 0,44 billones, y la de las entidades financieras pasó de 0,78 a 0,76 billones.

A bote pronto, las mayores dudas se concentran en las necesidades de recapitalización de las cajas de ahorros. Si, como en Irlanda, el Estado tiene que nacionalizar varias entidades, la deuda pública crecerá por encima de lo previsto. Más aún cuando esas previsiones se basan ya en un recorte del déficit público muy ambicioso. "Pero, a medio plazo, lo determinante será si la economía es capaz de volver a crecer a buen ritmo. Solo eso permitirá bajar el nivel de deuda externa de forma significativa", advierte Segura.


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Fuente: El País

 
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